Si hacemos un listado de conceptos que, en su aplicación social en general y deportiva en particular, han perdido gran parte de su sentido original, la ACTITUD sin duda sería uno de ellos.
Si ya me habéis leído, en este blog o en cualquier otro sitio, sabréis que soy tendente a profundizar en aquellas terminologías carentes de un sentido útil y aplicado. ¿Aplicado a dónde? Pues a aquel contexto donde haga falta evaluar y modificar ese aspecto concreto. Así que para empezar y seguramente sesgado por mi deformación profesional (la de la pelota naranja, no la otra) diré que este término adquiere usualmente unos tintes deportivos.
Bien se lo aplicó nuestro amigo Pedro Sánchez al pedir moral (actitud) de victoria ante un posible segundo confinamiento domiciliario. A saber qué será eso. Y es que, efectivamente, parece que esos son los sinónimos englobados por un ambiente que si dejas de esforzarte ya te tacha de perdedor. ‘Si quieres, puedes’, ‘No pain, no gain’, ‘Caete 99 veces, levántate 100’… no sigo que no quiero que estas fabulosas frases os pongan a tope (nótese la ironía).
No quería centrar este texto únicamente en la reflexión y por eso estuve haciendo un poco de investigación sobre el tema, hasta el punto de confirmar las sospechas: la adaptación ‘terrenal’ de este palabro dista de parecerse a lo que en un principio fue (y sigue siendo en contextos científicos y de investigación). Complicado dar una única definición de ACTITUD, pero podríamos hacerlo como aquella postura que se toma ante algo o hacia alguien, afectando en consecuencia a ciertos aspectos como la toma de decisiones, opiniones o sesgos. Entre muchos otros. Al fin y al cabo, es un ámbito en el que se lleva investigando unos 125 años, así que vamos a ver que tiene que decir sobre lo que conocemos hoy día como ‘actitud’.
Desde la CIENCIA hacia la OPINIÓN
¿Entonces por qué se ha maleado tanto? Consecuencias de enlatar el término. Pedir actitud ha pasado a ser una frase totalmente vacía a la que simplemente nos hemos acostumbrado, generando una habituación y descafeinando su sentido tanto social como deportivo.
Así que dentro de mi ínfimo impacto, decidí pasarme por la bibliografía que amablemente me proporcionaron varios compañeros sobre el tema. Básicamente para aportarle algo de sentido a este texto y que no fuera simplemente una publicación de columnista.
Porque… ¿cómo formamos y mantenemos actitudes? En general, podemos afirmar que tenemos actitudes porque estas cumplen funciones básicas para el óptimo funcionamiento psicológico y social de las personas (Maio y Olson, 2000) Al dar significado ‘positivo’ o ‘negativo’ a los objetos, las actitudes permiten a los seres humanos adaptarse más eficazmente a su entorno, orientando su conducta respecto a esos objetos. Nos predisponen a acercarnos a estímulos gratificantes (aproximación conductual) y alejarnos de estímulos aversivos (evitación). Son un determinante importante de la conducta (Horcajo, Briñol, Díaz y Becerra)
Por lo tanto, al igual que el COMPORTAMIENTO no sucede en el vacío y teniendo en cuenta que ‘LA ACTITUD’ también sería considerada una CONDUCTA, estas ACTITUDES estarían vinculadas (o pueden estarlo) entre sí, dando lugar a estructuras mayores (ideologías políticas o creencias religiosas, p.ej) relacionadas con la original. En su teoría del equilibrio en las relaciones interpersonales, Fritz Heider desarrolla en profundidad esta idea de relación e interdependencia entre las actitudes hacia distintos objetos y/o personas (en Eagly y Chaiken, 1993)
¿Cuál es la COLUMNA VERTEBRAL de la ACTITUD?
Entrando en el meollo de la cuestión, encontraríamos una posible estructura acerca de cómo las actitudes podrían basarse e integrar tres tipos de información: afectiva, cognitiva y conductual. Pero como bien se defiende en esta casa, consideraríamos esos apartados afectivo (estado de ánimo, sentimientos y emociones) y cognitivo (creencias) como CONDUCTAS per se, por lo que siempre hablaré en término de estas últimas, así como apoyándome en las múltiples investigaciones que defienden este concepto.
Esta postura desarrolla que las ACTITUDES son inferidas o influenciadas por el propio comportamiento, que en última instancia determinaría la formación o el cambio de las mismas. ¿Teorías basadas en este planteamiento? Disonancia cognitiva (Festinger, 1957) que ya desarrollé en este hilo. Teoría de la Autopercepción (Bem, 1972) Teoría de la cognición corporal (Briñol y Petty, 2008) y tanto Fishbein (Modelo expectativa-valor, 1967) como Azjen (Teoría de la conducta planificada, 1991) contemplan bibliografía sobre el tema, además de ser los que propusieron la distinción entre actitudes, intenciones y conductas (1975). Además, hay otras propuestas teóricas enfocadas desde el Condicionamiento Clásico (Staats y Staats, 1958) o la exposición (Zajonc, 1968)
Lo que hay detrás del CAMBIO
El estudio de la modificación de las ACTITUDES lleva haciéndose desde hace más de 100 años, de hecho hay estudios de Allport (sorry Skinner) en época de la I Guerra Mundial. Cuando esta concluyó, la investigación realizada durante la misma le llevó a predecir que la presencia de otros (y posteriormente sus evaluaciones) podía incrementar la polarización en la actitud de una persona (Allport, 1924)
Estas investigaciones antecedieron a otros estudios clásicos (Sherif – 1936 y Asch – 1951), demostrando que las personas pueden incurrir en incorrectas evaluaciones de distancia y tamaño cuando son presentadas en primera instancia las respuestas erróneas de otros (os recomiendo que leáis el experimento de Asch xD) Estos han allanado el camino a otras muchas investigaciones sobre la conformidad en base a las actitudes ajenas (Levitan y Verhulst, 2016)
Volviendo a la adaptación deportiva, Peter Gollwitzer propuso un método para optimizar la relación entre el establecimiento de una meta y su logro. Lo llamó LAS INTENCIONES DE IMPLEMENTACIÓN. Plantea que, mediante el establecimiento de unos planes concretos de acción (planes ‘si-entonces’) se puede aumentar significativamente la probabilidad de que una intención de meta (orientada hacia el logro de un objetivo determinado) dé lugar a los resultados que persigue.
Esta propuesta encaja perfectamente con la importancia demostrada que se hace desde la Psicología Deportiva hacia el ESTABLECIMIENTO DE OBJETIVOS. Los planes ‘si-entonces’ han de conectar las oportunidades para actuar con las acciones concretas que se quieren realizar.
La guinda del pastel, siempre LA APLICACIÓN
Vale, todo esto está genial … ¿Pero de qué nos sirve para el APRENDIZAJE? Es decir, ya pasándome al plano puramente deportivo, ¿cómo yo como ENTRENADOR puedo cambiar esa supuesta actitud?
No me voy sin opinar sobre el tema. El lenguaje es complicado de modificar, pero es la herramienta de la que disponemos para generar MODIFICACIONES, entendidas estas como APRENDIZAJE, CAMBIO, RENDIMIENTO… Por eso es tan efectivo. Lo que pretendo con este post no es generar un giro de 180 grados y que todo el mundo que lea esto utilice ‘correctamente’ el término de ACTITUD. Básicamente lo que quiero y a lo que aspiro es a que seamos capaces de interiorizar que:
EN EL DEPORTE: SI NO OPERATIVIZAS, ESTÁS MUERTO
Debemos ser capaces de darle un sentido a ese lenguaje. ¿cómo? Adaptándolo a nuestro CONTEXTO. Es decir ¿qué significa para mí como entrenador ‘tener buena o mala actitud’? Vale, perfecto con lo que respondas. Pero luego: ¿cómo desgrano esa respuesta en conductas que yo pueda observar? Es decir, comportamientos que se presenten frecuentemente en los entrenamientos y partidos, que me permitan evaluar, predecir y en consecuencia modificar esa actitud. Psicología Deportiva, ni más ni menos.