Kyle Singler, el ejemplo de que no sabemos nada. Porque quién va a pensar que un jugador de su experiencia, contrastado y asentado tanto en NBA como en Liga Endesa, deje, no solo el equipo en el que jugaba esta temporada (Iberostar Tenerife), sino el baloncesto a nivel profesional.

Ya han pasado varios días de esto, pero es un tema sobre el que volví bastantes veces. Al final decidí sentarme, a ver que salía. Como otras muchas cosas, te acaba llevando a reflexiones que no esperas, y eso es lo que he intentado expresar con estas líneas.

 

Yardbarker.com

¿Sorpresas?

 

De vuelta al tema. Justifican el apartarse del baloncesto profesional a ‘motivos personales’. No me estoy tirando a la piscina ni mucho menos, no sé a qué se refieren esos ‘motivos personales’, podría estar directamente relacionado con el aspecto psicológico, o no. De todas maneras, hago aquí un inciso, si la retirada es por motivos personales, ya está en consecuencia relacionado e influenciado por estos procesos.

A lo que voy, es a que cada vez es más frecuente encontrarse con estas ‘sorpresas’. Sin ir más lejos, bien reciente tenemos el caso de Álex Abrines, apartado de las pistas durante meses, teniendo a la mayor parte de los seguidores del baloncesto expectantes sobre las razones y los porqués de la situación en la que se vio envuelto.

Tras la publicación de su vídeo, explicando el origen y el proceso de esa ‘desaparición’, más las convenientes entrevistas y declaraciones posteriores…

 

«Esto» ya no debería ser algo invisible

 

¿Y a qué me refiero con ‘esto’? A que un jugador no alcance el nivel esperado, sin tener ningún problema físico aparente. A que haya altibajos en su juego. A que no sea consistente en el tiro. A que no juegue como entrene. A que sea susceptible a mensajes o comentarios en redes sociales. A que no le guste hablar de ciertos temas delante de cierta gente…

Rendimiento y bienestar están estrechamente relacionados en el deporte. Entonces no me vale reducir un partido de 40 minutos a: ‘es que no le pone energía’, ‘no está al nivel’, ‘se le ve apagado’, ‘no mete ni una’. En resumen…

 

¡NO SABEMOS NADA!

 

YupinaStories

 

Conocimiento de causa

 

Júzgalo, opina si quieres, estás en todo tu derecho como aficionado, periodista o lo que quiera que seas. Pero que sepas que la culpa, o toda, no la tienen la falta de horas de entrenamiento, o el sudar más o menos la camiseta, o tirarse a por más balones… (que en muchas ocasiones si, entendedme)

Espero que estas cosas dejen de ser tan invisibles y que se conviertan en orden del día, pero ya no solo en la importancia que le damos, que es claramente creciente, sino en la manera en que lo incluimos en nuestro lenguaje, al hablar de cierto momento, situación o jugador. El interés está ahí, eso no lo niego. Pero el puente entre el interés y el integrar es grande y jodido de construir.

Porque no me sirve eso de, ‘Buah, este entrenador dice – si los jugadores son felices en la cancha, sacan lo mejor de ellos mismos – ¡Qué bien trabaja la psicología!’. Pero es que eso no es Psicología. A mí me encanta que se la nombre, que se debata sobre su importancia y que cada vez haya más profesionales trabajándola en dinámicas profesionales y de formación. Pero para romper ese tabú y esa presa, el cambio está en el LENGUAJE, y en los que HACES con ese lenguaje.

 

Palabras vacías 

 

Hay que comprender que lo de Kyle Singler es normal, que lo de Abrines es normal, que a lo mejor Claver ha pasado por malos momentos cada vez que iba a la selección y decíamos ‘pero este tío que hace aquí’, que llegar con 14 años a profesional es jodido, pero tener la cabeza para aguantar lo que ha aguantado Ricky es más jodido aún. Son los ejemplos que se me han ocurrido ahora, hay cientos de ellos.

Ser deportista significa ser cuestionado, juzgado, tratado como objeto de posesión personal de cada uno… y eso me temo que será siempre así. Pero mientras contemplemos que hablar, con palabras vacías, única y exclusivamente basándonos en lo que vemos, significa no tener ni idea.

 

Aquel que sabe que las palabras no siempre representan cosas, se ahorra el trabajo de buscarlas (las cosas), cuando no hay nada que encontrar (‘El mito de la metáfora’ 1974)