
Esperanza Mendoza. Las entrañas del arbitraje – Episodio 40
La psicología y el arbitraje tienen más en común de lo que en un principio se pueda pensar. Un cuñadismo constante en dos de las profesiones con más oscurantismo, abriendo los portones de imaginación y opinión en una etapa donde callarse y preguntar no suelen aparecer como opciones disponibles.
‘‘La ha pitado para compensar’’ ‘‘Cómo no ve eso’’ ‘Es que los psicólogos son súper caros y solo se dedican a escuchar durante 1 hora’’ ‘‘a mí no me hace falta psicología, ya lidio solito con ello de puta madre’’… algunos ejemplos que me vuelan (a) la cabeza, sin pretender copar este texto de mi hate perenne.
El primer problema reside en considerarnos seres perfectos que acceden a una racionalidad constante. En Influencia, de Cialdini, exponen como en la NBA los árbitros pitan menos faltas a los jugadores de su propia raza (Price, J., & Wolfers, J). El sesgo está tan pronunciado, que concluyeron que las probabilidades de victoria de un equipo estaban notablemente afectadas por la composición étnica del grupo arbitral asignado a ese partido. Básicamente, que esto corroe incluso los juicios de aquellos que están preparados y entrenados para eliminar el sesgo.
Este es solo un caso de lo automatizado que tenemos la irracionalidad en nuestro comportamiento diario. Que, al contrario de verlo como algo punible, debería ser lo que nos ayude a aceptar la belleza de lo no robotizado: no ser máquinas diseñadas para actuar bajo el paraguas de la excelencia.
En Japón, incorporar imperfecciones deliberadas es un ingrediente necesario del arte. Este concepto estético se conoce como “Wabi sabi” y se practica desde al menos el siglo XVI. Una estética que puede verse en ciertos estilos de cerámica, como la Hagi, originaria de la ciudad cuyo nombre acabo de mencionar, en Yamaguchi. Las cerámicas hechas con este estilo tienen formas que no son del todo simétricas, así como colores o texturas que parecen enfatizar un estilo simple o sin refinar. A menudo, los tazones de té estaban astillados o mellados en la parte inferior.
Pues el deporte, la psicología y la vida, deberían ser algo más wabisabianas. Porque, como decía Leonard Cohen ‘‘todos estamos rotos, pero no importa, es por las grietas por donde entra la luz, no tengas miedo de mirar dentro aunque te parezca terrible, mira bien y confía aunque duela, y construye desde ahí.’’
Si Dani Kahneman dijo no haber mejorado ni siquiera en un 1% su detección de los sesgos (y lleva más de 45 años dedicándose a eso) Tú también puedes tomártelo con más calma.
Hay belleza en la equivocación, porque lo que importa es lo que haces después. Y en el significado que le das a eso, dándote capacidad para moverte en el filo de la navaja, algo normalmente necesario para evolucionar. Hay belleza en las imperfecciones, y la belleza en sí misma es imperfecta, impermanente e incompleta.
Cierro con Sazed en Mistborn 2: »a primera vista, la llave y la cerradura en la que encaja pueden parecer muy distintas – dijo Sazed – . Diferentes en su forma, diferentes en su diseño. El hombre que las mira sin conocer su verdadera naturaleza puede pensar que son opuestas, pues una sirve para abrir y la otra para mantener cerrado. Sin embargo, examinándolas con atención, se ve que sin una la otra no sirve para nada. El hombre sabio ve que la cerradura y la llave fueron creadas para el mismo propósito.»