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Rai López. Pozos de perspectiva - Episodio 39
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Rai López. Pozos de perspectiva – Episodio 39

Virgil, el caso expuesto por Sacks en su Antropólogo en Marte, desarrolló cataratas a los dos años de padecer una meningitis que lo dejó en silla de ruedas. Quedó funcionalmente ciego, aunque seguía distinguiendo la luz de la oscuridad, además de percibir alguna que otra sombra.

Con el paso de los años, Virgil llevó una vida relativamente normal. Aprendió Braille y construyó una más que admirable carrera como fisioterapeuta. A los 45, su vida le lleva a casarse y, en el afán de recuperar su antigua vida, afrontar una operación que le devolviera la visión al completo.

Para él, la visión se conviritió en una completa maldición. Tuvo que reaprender a vivir, sintiendo una total indefensión ante el aparentemente ilusionante camino que le esperaba.

No es lo mismo ver, que mirar. Ni lo que a priori parece una situación inabordable es tal conforme se recorre la ruta. La sombra se hace más pequeña mientras más cerca estás. Sin embargo, si te alejas o te quedas quieto, el monstruo siempre será de unas dimensiones demasiado extremas para nuestra psyque.

Retirarse a los 24 puede parecer un fracaso. Más aún cuando es tu cuerpo quien dice basta, arrojándote al suelo en una mañana cualquiera. Pasas de ser dios a, llamada a tu agente mediante, volverte a casa y convertir tu zona segura en el pozo de las lamentaciones.

Incapaz de volver a ver un partido de baloncesto en directo, el condicionamiento clásico hace mella, siendo el perro de Pavlov de esa campana que tantas alegrías te dio, pero a la que ahora no le ves más que un lleno absoluto de basura.

A veces la frase de todo pasado fue mejor sí que lleva algo de verdadero, el sesgo de retrospectiva nos tiñe de correcto cualquier decisión pasada, infravalorando el papel del azar. Y, en el otro extremo, también ayuda a ver que quizá no fue para tanto, no porque el problema fuera pequeño, sino porque solemos afrontar las situaciones mucho mejor de lo que nos creemos.

Pero para eso hay que moverse, avanzar. Salir a lo Ted Mosby, sin las gafas. Los spoilers de la vida te los tienes que comer.

Y, sobre todo, coherencia. No digas ser ratón de ciudad mientras eres ratón de campo, ni juzgues al lobo desde tu posición perruna de seguridad. ‘’En el famoso cuento de Ahiqar, más tarde recogido por Esopo (luego nuevamente por La Fontaine), el perro alardea ante el lobo de todos los artilugios de comodidad y lujo que tiene, casi incitando al lobo a alistarse. Hasta que el lobo le pregunta al perro sobre su collar y se aterroriza cuando comprende el uso. “De todas tus comidas, no quiero ninguna.” Se escapó y sigue hoy corriendo. La pregunta es: ¿qué te gustaría ser, un perro o un lobo? La versión aramea original tenía un asno, en lugar de un lobo, mostrando su libertad. Pero a ese asno se lo come un león. La libertad conlleva riesgos: hay que poner la carne en el asador. La libertad nunca es gratis. Hagas lo que hagas, simplemente no seas un perro que dice ser un lobo.’’

El paso del tiempo siempre es justo con nuestro crítico presente. A veces nos habituamos a las cadenas y quizá el problema, como le pasó a Virgil y a la ballena del God of War, llega con la potencial solución: liberarnos de ellas. Pero, la gran mayoría de las veces, ya es suficiente.

 

Mimir: no se mueve… ¿por qué no se mueve?

Kratos: ya se ha acostumbrado a sus cadenas

M: pero… no, tenemos que arreglarlo. Solo tenemos que asustarla o espantarla, o algo

K: no, no hay forma de arreglar nada, solo podemos mejorarlo.

Atreus: le gusta sentir el viento en la cara, lo percibo

K: puede que así tenga algún alivio

M: pero eso no es suficiente

Krara vez lo es…

 

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