
Volverás más fuerte. O no.
Estar 10 meses fuera de juego es una puta mierda, lo mires por donde lo mires. Lo peor, o lo mejor, es que tienes mucho tiempo para pensar. Para hablar contigo mismo.
Dicen que hasta que no te pegas la hostia no cambias tu narrativa, tampoco creo que se condición necesaria. Siempre habrá gente que con la realidad en la cara siga como Daredevil, pero sin el resto de sentidos.
Klay habla de que ningún mar en calma hizo experto a un marinero. Tampoco creo que haya que estar 3 años sin jugar para ser un maestro, sería el colmo de la antifragilidad. Aún así, es bastante acertado.
Hoy día más aún, o sabes moverte en la incertidumbre o estás jodido. No escuches al te da un argumento sobre lo que pasó ayer, escucha al que se la suda no saber qué pasará mañana. Es ese el que tiene las herramientas.
El tiempo y la opcionalidad coge fuerza con Ricky Rubio cuando se recuperó de su segunda lesión de ligamento cruzado: la primera vez aprendió a perder el tiempo, la segunda a cómo utilizarlo.
Cualquier experiencia no es valiosa per se. Se crece con lo que haces según lo que te pasa, no recibiendo guantazos porque sí. Kobe se hacía fuerte en sus innegociables, para cuando vinieran mal dadas.
Dice Marc Gasol que cuando te la sacas en los partidos tienes el móvil petao de mensajes, pero cuando juegas mal no te escribe ni dios. Con las lesiones pasa un poco al revés. Llenamos de apoyo enlatado cualquier lesión de gravedad, pero cuando realmente llegan los momentos de avance, de recuperarse, estás más solo que la una. O eso o subir fotos a Instagram con ‘strongs never quit’ en la caption.
Volverás más fuerte. O no.
De hecho, si físicamente vuelves hecho una bestia, siento decirte que el miedo seguirá siendo el mayor predictor de recaídas. La buena noticia es que puede trabajarse.
Y una última cosa.
¿Por qué hay que sonreír en el post operatorio?
¿Tiene que ser una lesión una oportunidad?
¿Una ocasión para qué?
Pero bueno, el baloncesto seguirá siendo lo más importante entre las cosas que no importan.