Hablando de intuición hace un par de semanas se me quedaron algunas cosas en el tintero, relacionadas con todo ese afán por intentar entender y explicar el comportamiento en base a conceptualizaciones neurocientíficas y apoyadas en cerebros de colorines. No vengo ni mucho menos a desmontar, sino a aportar perspectiva a las batallas que elegimos y darnos validez en las que nos competen.

Somos expertos en intuición, en elucubrar gustosamente con la información que desconocemos. Lo cual, en primeras instancias, no tiene porqué ser »malo». De hecho, podemos ver como nos es útil en muchos contextos donde ya hemos tratado previamente con esos datos, ahorrándonos volver una y otra vez sobre los mismos pasos.

Posiblemente una de las capacidades que más valor ha generado a su alrededor, no siempre por su presencia, ha sido la de saber cuándo detenernos a observar. Acompañado de un fabuloso silencio, es complicado captar ciertos detalles si el ruido privado y externo es constante.

Ya tenía pensado escribir este texto desde hace tiempo, pero este titular fue el detonante de lo que aquí estás leyendo. Básicamente decía (por si no os apetece pinchar en el enlace) que: ‘El elogio debilita y la autocrítica fortalece’. Obviamente esta afirmación carece de cualquier sustento que se pueda considerar válido, efectivo o meramente útil. Pero entonces, ¿por qué continúa tan presente entre los contextos deportivos? Acompañadme en este bonito día.

Si hacemos un listado de conceptos que, en su aplicación social en general y deportiva en particular, han perdido gran parte de su sentido original, la ACTITUD sin duda sería uno de ellos.

No es ninguna barbaridad decir que el deporte se encuentra en una época dónde las preguntas sin respuesta no paran de aumentar. Todo esto en el grueso de las competiciones claro, donde la mayoría estamos porque nos cuesta entender la vida sin tocar una pelota. Parece que tendremos que seguir aceptando que ese balón puede no venir. En cualquier caso, el miura de la incertidumbre sigue acechando.

La idea de realizar este post viene de una reflexión a la cual le vengo dando vueltas (de más) estas últimas semanas. Soy consciente de que el carácter extremo de este momento nubla constantemente los matices y los grises de una realidad que no deja de estar ahí, como en muchas otras situaciones. Partiendo de la base de que la Psicología se encarga de estudiar el comportamiento, teniendo en cuenta variables, contingencias y ambientes, me pregunto lo siguiente…

Una vez pasado el primer mes del año ¿Se puede hablar de objetivos también en Febrero? Lo digo porque a lo mejor esto que escribo llega demasiado tarde.
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